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¿Bueno o malo? La importancia de la aceptación

Había una vez un ermitaño sabio al que la gente del lugar acudía a contarle sus problemas y a pedirle consejo.

Un hombre del pueblo tenía una yegua; un  día se le escapó y fue llorando al ermitaño a contarle lo que le había pasado:  

¡mira qué desgracia me ha ocurrido, mi yegua se ha escapado!. 

– ¿y eso es bueno o malo? –respondió el sabio. 


El hombre de la yegua no entendía nada y pensó: “este sabio es un poco raro; pues claro que es malo, qué pregunta más absurda”.

Al cabo de las pocas semanas la yegua apareció. Y lo hizo acompañada de un robusto semental  salvaje de pura sangre y además se encontraba preñada. El dueño de la yegua  se puso muy contento, ahora tenía tres caballos en vez de uno, así que fue corriendo a contarle sus alegrías al ermitaño:  

 ¿te acuerdas de mi yegua? ¡pues ha regresado! Y además está preñada y ha vuelto en compañía de un caballo formidable.  

– ¿y eso es bueno o malo?– volvió a responder el sabio. 


Ahora sí que el hombre de la yegua no entendía nada de nada, estaba empezando a pensar que el ermitaño no era tan sabio como la gente creía. Estaba claro que era una noticia estupenda y así se lo hizo saber mientras el sabio le miraba en silencio. 


Al cabo del tiempo el potro nació. El hijo del dueño de los caballos se hizo inseparable del potrillo y le gustaba mucho montar en su lomo. Hasta que un día el chico se cayó del caballo y se rompió una pierna. Entonces el dueño de los caballos decidió volver a visitar al ermitaño para contarle de nuevo sus desventuras. 

–¡no sabes qué tragedia ha ocurrido! ¿te acuerdas de la yegua que se escapó y regresó preñada? Pues a mi hijo le gustaba mucho montar en el potrillo y ahora se ha caído y se ha roto la pierna. Estoy empezando a pensar que tal vez hubiera sido mejor que la yegua no regresara nunca. 

El ermitaño le miró sonriendo con un brillo algo burlón en los ojos y volvió a repetir su respuesta: 

–¿Y crees que eso es bueno o malo? 


El hombre se fue algo enfadado no sabiendo qué pensar, creía que esa respuesta era absurda y que el ermitaño tal vez fuera un poco tonto, porque era verdad que el que volviera la yegua, que al principio le pareció una buena noticia, había sido la causa de que su hijo se rompiera la pierna, por lo que tal vez no fue tan bueno su regreso, pero; ¿qué podía tener de bueno que su hijo se hubiera caído?


Al poco tiempo se declaró una guerra contra el país vecino y vinieron por todos los pueblos reclutando hombres y chicos. Sin embargo, el hijo del dueño del caballo pudo librarse del reclutamiento y de ir a la guerra gracias a que estaba herido y tenía la pierna rota, por lo que no sería de ayuda en el frente de batalla.

Cuando se disponía a ir de nuevo a consultar al sabio, se paró a meditar y pudo apreciar qué razón tenía el sabio al preguntar si lo que sucedía era bueno o malo...




Como en esta historia, muchas cosas que nos pasan en la vida se escapan de nuestro control, por más que nos esforcemos en tener en cuenta todas las posibilidades, planificar nuestro futuro, anticiparnos a todas las situaciones… la vida nos lleva por otros caminos, nos presenta retos y también oportunidades.

Y así nos encontramos como situaciones que inicialmente podían ser valoradas como muy positivas finalmente no lo son, y al revés, algo que se presenta como un problema o una dificultad se convierte finalmente en una oportunidad para mejorar nuestra vida, conocer a personas que nos aportan muchas cosas positivas o aprender de una forma que nunca hubiéramos imaginado.

Nadie se alegra de que un familiar o persona muy querida enferme o pierda autonomía, pero la realidad es que a veces los cuidados se presentan como oportunidades para conocer otras facetas sobre nosotros/as mismos/as, establecer una nueva relación con la persona cuidada, aprender sobre muchísimos aspectos que desconocíamos, o incluso conocer en el camino a personas que se convierten en protagonistas de nuestras vidas. De esto saben mucho las personas que participan en Cuidar a quienes cuidan, de aceptación y de compromiso, de aprender a vivir con lo que nos ha tocado y dar lo mejor que tenemos en cada momento.

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